Hace poco me di cuenta de que estaba diseñando algunas de mis clases partiendo de unas expectativas, que en realidad resonaban poco con la enseñanza que yo quiero transmitir. Al caer en cuenta, varias cosas se me hacen muy obvias:
El Yoga nunca va de expectativas, ni de adentro ni de afuera.
Dejar partir es dejar lugar y tiempo para la transformación (no soy la misma profesora hoy que hace unos años, y esperar que lo sea, solo crea obstáculos para seguir aprendiendo y compartiendo.)
Sólo en ese espacio mi propia melodía puede sonar, y la alineación «correcta» es cuando dejo que la creatividad fluya en resonancia con las enseñanzas en las cuales tengo confianza.
Esta semana propongo soltar todo aquello que nos condicione y no nos deja que nuestros qué-haceres sean limpios. Los condicionamientos no nos dejan vivir el presente con plenitud. Las creencias de quienes somos, muchas veces se basan en hechos pasados, memorias, lo que otras personas nos hayan dicho que somos, o en diferentes expectativas.
En resonancia con la filosofia hawaiana hoponopono (del cual os hablaré más otro día), os invito a hacer una limpieza mental, es una limpieza que una vez empieza, nunca acaba. Porque los condicionamientos son constantes. Las memorias infinitas. Pero es una limpieza que te hace sentir más ligero, que te ubica más en el presente, que te hace intuir que la vida es justamente tan seria y complicada como nosotros nos la montamos. Lo que creemos, creamos. Lo que creamos, creemos.
¿Cómo se limpia?
– Borrando.
¿Cómo? –
Sin expectativas.