A menudo la gente me pregunta: ¿qué tipo de yoga haces? Hace poco leí una respuesta a esta pregunta, de otro profesor quien respondía a sus alumnos: Yo hago Mi yoga. Y creo que en parte es así, estamos co-creando una tradición milenaria, y cada uno crea su propio estilo partiendo de su necesidad.
Sobre las esterillas (y fuera de ellas) somos únicos, y lo que a mi me remueve el yoga, no es lo mismo que te mueve a ti. Alguien quiere estirar, otro quiere ganas más fuerza, otro más flexibilidad (mental o física).
Los motivos para ir a clase pueden ser varios, pero creo que nos unen las ganas de comprendernos mejor, a nuestros cuerpos y a nuestra manera de funcionar, nos unen las ganas de aprender, y de compartir ese aprendizaje. Practicamos para conocernos a nosotros mismos, y compartimos este camino con la personita que se está estirando a nuestro lado (no sólo en el espacio físico, sino también en un espacio atemporal y en todas partes del mundo).
Dicho esto, y ya que casi cada día me preguntan, voy a intentar explicar un poco qué tipo de yoga hago yo:
Empecé a practicar yoga hace unos catorce años, recién mudada a Barcelona. Probé varios estilos desde Shivananda, Iyengar hasta Yoga dinámico, Vinyasa y Ashtanga. En 2009 profundicé la práctica en Costa Rica en Ashtanga Yoga, y es de allí que me pude registrar en el International Yoga Alliance (200 RYT).
Todos los estilos nombrados arriba son formas de HATHA yoga. Ha significa sol y Tha significa luna, la práctica es la unión entre los dos. Ashtanga tiene miles de años de tradición y se basa en los Sutras de Patanjali, y, mucho más recientemente, del maestro Pathabi Jois. Ash significa ocho, y es una práctica basada en ocho pilares: tres tienen que ver con formas éticas y morales de cómo actuar con uno mismo, en las relaciones y en el mundo, uno de los pilares es la práctica de Asana (lo que hacemos en clase) y los otros pilares tienen que ver más con la práctica interior de retiro de los sentidos, concentración y meditación para trascender y llegar a Samadhi (profunda conexión con lo divino). Esto es el yoga clásico, entendido así no solo por los Ashtanguis.
Hace unos 25 años se creó en EEUU una escuela nueva de Yoga que se llamó Anusara Yoga. Anusara significa algo así como «fluir con el corazón». Se basa en el Hatha Yoga (como todo yoga occidental física), pero se defiere del yoga clásico por su visión tántrica, no dualista. No se practica para trascender y llegar a Dios, sino se entiende que YA SOMOS seres divinos, Dios está en todo, y todo está en Dios. Somos todos las olas de un mismo mar, y ese mar son todas las olas. Practicamos para reconocer esa unión, para sentirlo y celebrarlo. No es algo solo para los yoguis y yoguinis experimentados o los que viajan largos años a la India, sino accesible para todos, porque ya estamos ahí: Aquí en el presente.
Anusara es un estilo de Yoga que afirma la vida, que incorpora técnicas y filosofías de biodinámica para alienar el cuerpo y de esa manera con claves básicas y más comprensibles para nuestros cuerpos occidentales poder profundizar más en cada postura
Aún no tengo ningún certificado en Anusara Yoga, pero llevo varios años practicándolo y he tomado varios cursos y talleres de profundización en técnicas y principios de Anusara, en Mallorca, en Suiza y en México. Este invierno pasado tomé un curso intensivo de 120 horas de yoga terapéutico, y llevo enseñando desde el año 2009.
Resumiendo, me inspiro de cada profesor con quien me cruzo, practico para compartir y comparto para seguir practicando. Hago Hatha Yoga, porque es el Yoga que todos en el occidente practicamos si hacemos un yoga físico (a diferencia por ejemplo de Bhakti yoga que es un yoga basado en la devoción). Últimamente me inspiro más de los principios de Anusara Yoga, porque los encuentro fenomenales en el camino de comprensión de nuestro cuerpo y mente, y porque la práctica está orientada hacia la apertura del corazón, y mi meta es cada día abrir mi corazón un poquito más.