Una persona maravillosa que conocí viajando, un indígena Tz’utujil con mucha sabiduría, me dijo que para poder ser flor, primero hay que saber ser semilla. Me miraba con ojos curiosos y tranquilos y me dijo: Para poder ser vida hay que saber ser la muerte.
Nuestra conversación me inspiró mucha calma, y me hizo pensar que Savasana, la postura final de cada sesión de Yoga, aunque no lo parezca, será una de las posturas más importantes de la práctica. Es la postura del muerto y es en ella que se dejan reposar las enseñanzas y nos podemos entregar plenamente. Y como me decía el indígena: es necesario morir para poder volver a nacer.
Savasana nos invita a dejar que se vayan las creencias, patrones y costumbres que ya no nos sirven, e incorporar nuevas experiencias y nuevas maneras de pensar. Nos invita a alinearnos a lo divino, a nosotros mismos. Partes de nosotros necesitan morir, como pétalos que se caen de una flor, para dar espacio a nuevos brotes.
Me pregunto qué pasaría si supiera esperar el debido tiempo: ser semilla, descansando en la tierra sin hacer nada, ni imaginarme como sería crecer, brotar, florecer, marchitar y morir. Y ya cuando llegue el día, cuando haya aprendido ser semilla, creceré, brotaré, seré una flor de un único color y forma. Y dejaré que caigan los pétalos que ya no sostengan la forma, los que no me ayuden a seguir creciendo y floreciendo. Caerán y se convertirán en tierra, en la cual sembrarán nuevas semillas que aprenderán a ser sin hacer.
Serán vida para poder ser muerte.